El segundo día de nuestro viaje comenzó con el traslado hacia una de las zonas más enigmáticas y contradictorias de Paris: Monmartre, el barrio que se consagra a Dios en su lucha contra la crisis y, a la vez, refugio de artistas y olvidados del París decimonónico. Esta bella e inspiradora antítesis la encontramos en la Iglesia del Sagrado Corazón y el Moulin Rouge. Tras esta visita pudimos disfrutar de una tarde de compras entre esas callejuelas olvidadas. Y, para no dejar de padecer algunos misteriosos hechos, llegados al hotel recibimos la visita de todas las fuerzas y cuerpos de seguridad y de la sanidad pública francesa. Desde nuestras habitaciones, nos convertimos en los personajes de la vieja del visillo, a la espera de un desalojo que, por suerte, no se produjo. ¡Qué susto!